-¡Qué hermoso Jesús se haría con él!
Y el recién llegado propuso que les llevaran el leño a una estancia apartada, y que pasado un día podrían contemplar el grueso tronco convertido en una imagen de Jesús Nazareno, siempre que le dejasen solo y no le interrumpiesen. Así se hizo y así transcurrió la noche y la mañana del siguiente día. Impacientes y curiosos, y no oyendo el menor rumor, el matrimonio y un mozo que tenían a su servicio, subieron hasta el desván, y al empujar la puerta que se hallaba entornada, encontraron la maravillosa imagen de Jesús Nazareno, hecha con toda perfección y primor. El viejo escultor había desaparecido y nunca volvió a saberse más de él.

La otra leyenda, menos conocida, pero no menos curiosa, es así como me la contaron:
En la cuadra de la referida casería de Jaén, cierta noche, una bestia que se hallaba asaz inquieta y revuelta, dio una coz en la pared que había frente a los pesebres, apareciendo entonces ante la vista del asombrado mulero, que había entrado con un candil a echarle un pienso a los animales, una habitación cuya existencia se ignoraba por los habitantes de la casa de campo y molino aceitero. Dentro de aquella estancia insospechada se encontró la maravillosa imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que estaba desnudo y sólo tenía puesto un sudario o paño de pureza. Junto a Jesús había una pequeña lámpara de plata que se conservó hasta 1936.
En ambas leyendas o tradiciones se dice que la portentosa imagen de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, fue trasladada al convento de Carmelitas Descalzos. Desde luego, en todos estos relatos hay un hecho cierto, y es que la casería de Jesús perteneció a los Carmelitas Descalzos, en cuya casa tenían un molino de aceite, con su prensa de viga y tinajas, conservándose todavía una puerta con el escudo de la orden tallado en su centro. Quizá era a veces residencia de los frailes que evangelizaban aquellos parajes y los de Puerto Alto.
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